Si usted no es
publicista, tal vez no sepa qué son los Effies Awards. Lo envidio por eso. Son
unos premios que reconocen la efectividad de las campañas publicitarias cada
año. No sé si lo sabe, pero en este 2019 DDB Colombia, es la agencia con más
oros del festival: 10, si se tiene en cuenta que ganamos otro premio llamado
Gran Effie.
No es que en la
agencia llevemos una semana inyectándonos heroína, pero muchas de las personas
que trabajan ahí, están felices por la noticia; suben fotos en Instagram abrazando
los premios, postean en Facebook largas dedicatorias e incluso hay algunos que
le meten Photoshop y animación a la vaina. Los entiendo a mí también me alegra
mucho, pero 6 días después de la entrega, ya me tiene sin cuidado.
Si hasta aquí
sigue leyendo, es porque está de alguna forma relacionado con el medio. Y a uno
puede gustarle o no DDB, (puede parecerle ñero Uga-Uga o un hito en la
publicidad reciente del país); pero no puede negar que tiene un estilo claro y
definido, de ahí la popularidad de la agencia; un cliente cuando invita a una
licitación a DDB, sabe a qué atenerse, y nosotros con mayor o menor éxito, tratamos
de no defraudar.
Para la mayoría
de la gente que estaba en la premiación, quedó con una sensación amarga al no
haber sido nombrados la agencia del año. Pero la verdad, a mí DDB me gusta con
o sin 10 oros. Podríamos tener la mitad de los clientes que tenemos, campañas
de presupuestos cortos, y yo seguiría creyendo que es la mejor agencia para
hacer publicidad en Colombia.
A menos que uno viva
del deporte, los reconocimientos no significan nada. Ahí tienen a Borges, el
mejor escritor del idioma español y nunca recibió un Nobel por su obra.
Mientras que Yandel, Luis Fonsi, Maluma, así arrasen en cuanto festival haya, jamás
podrán decir que su música es mejor que otra que a duras penas pueda pagar una
disquera. Por otro lado está Messi, que
sabe que es el mejor goleador del mundo porque mete más balones a la red que
los demás, pero Gauguin pasará a la historia como un buen pintor, y no como el
mejor, porque nadie puede demostrar que lo hiciera mejor que Van Gogh.
Apenas salí de la
universidad, juré que nunca iba a volver a pisar un salón de clases. Me emputa
de sobremanera que me examinen, que alguien diga qué tan inteligente o bruto
puedo ser... Ahora que entro a estudiar una maestría en unas semanas, me doy
cuenta que eran puras inseguridades.
Eso sí, hay inseguridades de inseguridades, si uno hace trampa para ganar premios o
extorsiona blogs para cambiar titulares de noticias, está un poco mal de la
cabeza. El que necesita que alguien avale que es mejor que los demás, tiene serias
taras de infancia. Y los premios Effie, por ejemplo, como le preguntaban las
mamás de las personas de la agencia: ni siquiera dan un céntimo por ganar.
Horas invertidas en hacer campañas, redactar casos, buscar datos, editar
videos, para que al final, lo que más provecho le pueda sacar una persona es
ponerlo en Linkedin.
Más que premios
me gustaría poder salir a gritar campañas que dijeran absolutamente toda la
verdad, que la Coca-cola engorda, pero que ser gordo no le gana a ser feliz en
la vida; que comprar un carro descapotable no lo va a hacer más atractivo, pero
que no tiene nada de malo matar los complejos a billetazos. Tengo un pequeño
ritual, y es que cada vez que presento una idea, anoto la idea que de verdad debería
salir la marca a decir. A veces la comparto con gente de la agencia y nos reímos
un buen rato.
Es una gran
terapia, la verdad. Cuando todo parece estar oscuro en la industria, y dan más
ganas de ahogarse en el inodoro que salir a trabajar, en lugar de comprar una
pistola y salir a disparar en mitad de La Trampa Vallenata, me siento a
imaginar un mundo donde premian estas ideas.